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HOLANDA PROFUNDIZARÍA SU POLÍTICA DE LEGALIZACÓN DE LA MARIHUANA

Hace pocos días, las declaraciones del alcalde de Maastricht sobre la legalización del cultivo a gran escala de marihuana han vuelto a traer el tema de las ventajas y desventajas de la política de drogas en el reino de los Países Bajos. No es un tema de los más importantes en la agenda política, ni siquiera es uno de aquellos que dividen las características corrientes de pensamiento en izquierda y derecha. La inmigración, el presupuesto europeo, la participación de militares en Irak o Afganistán son los titulares del momento. Pero para quienes hemos crecido bajo otros paradigmas no deja de ser llamativo escuchar a un Ministro exponer las eventuales ventajas de permitir el cultivo de más de las nueve plantas hasta el momento ponderadas como consumo personal. Regulando la posibilidad de cultivar más plantas se «blanquearía» una situación que los juristas gustan calificar como «laguna en el derecho positivo neerlandés».

Como es sabido el consumo y la tenencia impunes de cannabis en los Países Bajos se inicia a finales de la década de los sesenta a raíz de una política coordinada de tolerancia de la policía y los fiscales de la ciudad de Amsterdam. A pesar de que los aires de los sesenta se van deshojando con el tiempo, la relación con el cáñamo se extiende a todo el país y se formaliza su carácter legal en el año 2000. Esta ley fue un gran avance en la legislación nacional ya que dio un marco jurídico a una cantidad de situaciones que hasta entonces quedaban bajo competencia de las municipalidades. Se establecen con claridad las cantidades que pueden vender diariamente y los controles sanitarios y fiscales a que los expendios llamados «coffeeshops» estarán sujetos. No ha sido fácil mantener una política permisiva en medio de un desierto prohibicionista, máxime cuando se es miembro de una entidad supranacional como la Unión Europea y existen Tratados suscriptos y ratificados que van exactamente en el sentido contrario. Pero como toda legislación es interpretable, la jurisprudencia mayoritaria ha inclinado su parecer en el sentido de que puede sostenerse la legislación vigente como parte de expresión de la soberanía nacional. La modificación propuesta mejoraría la normativa vigente ya que terminaría con la ficción de que puede venderse algo que no puede cultivarse para comercializar, o como declarara gráficamente el dueño de un coffeeshop limburgués a la BBC; `Puedo vender leche pero no puedo ordeñar las vacas'.

Procurando sintetizar el fundamento de la política actual y su profundización se citan tres pilares fundamentales. El filosófico-jurídico tiene su raíz en el pensamiento de Spinoza y John Stuart Mill. No en vano, aquel judío de traslúcidas manos labró casi toda la vida cristales en la penumbra de Amsterdam cincelando un pensamiento de tolerancia que define en su Ètica con pocas palabras: `Este esfuerzo por conseguir que cada cual apruebe aquello que uno ama u odia es, en realidad, ambición; y así vemos que cada cual apetece, por naturaleza, que los demás vivan según la índole propia de él´ . Stuart Mill ha brindado a la filosofía y al derecho el concepto liberal de que hay libertad de accionar mientras no haya daño a terceros. Casi todas las constituciones del mundo occidental repiten este concepto que la Constitución uruguaya redacta con tan bellas palabras en su artículo 10; `Las acciones privadas de las personas que de ningún modo atacan el orden público ni perjudican a un tercero, están exentas de la autoridad de los magistrados´.

Del punto de vista de la política criminal la doctrina holandesa también justifica el avance en el sentido de la nueva propuesta respecto las denominadas drogas blandas. Hasta el momento, luego de más de treinta años de venta legal no ha podido demostrarse ninguno de los fundamentos alarmistas que pregonan los partidarios del prohibicionismo en otras latitudes. No ha aumentado la criminalidad vinculada con la marihuana ni se ha probado conexión alguna entre el pasaje del consumidor de cáñamo hacia drogas más duras. Si de manejar estadísticas se trata, hay fundados estudios que demuestran justamente lo contrario: la criminalidad relacionada con la droga se mantiene o aumenta en los casos en que las sustancias entran en el mercado negro. Con ello se dificulta su acceso, se pierde control sanitario sobre las mercancías y su costo se encarece significativamente. Tampoco hay indicio alguno de que desde los comienzos de la actual política haya aumentado el número de consumidores de heroína u otras drogas duras gracias a la política permisiva respecto de la marihuana. Al no existir prohibición desaparece ese siniestro anzuelo psicológico que muchas veces atrae a ciertas personas y las forma parte de un mundo marginal que les brinda una razón de existir.

Por último, el hijo inesperado de la situación de política de drogas holandesa es el factor económico que la legalización representa. El régimen actual ha dado fruto a un cuantioso negocio en el que la impositiva holandesa no quiere perder un céntimo. La coyuntura actual ha engendrado un atractivo turístico que hace girar millones de euros en torno al merchandising que inteligentemente han aprovechado los comerciantes. No sólo los coffeeshops hacen dinero, toda la comunidad (especialmente la de Amsterdam) se beneficia de los estipendios de estos visitantes asombrados. Con las garantías de un Estado de Derecho y junto a los tradicionales tulipanes los turistas se sacan fotos, compran accesorios y se permiten una conducta calificada como delito en sus respectivas patrias. El fenómeno no puede ocultarse ni minimizarse, por ello es que la agencia recaudadora de impuestos sería una de las principales beneficiadas de la propuesta de legalización del cultivo a mayor escala. Es evidente que se está perdiendo una fase del ciclo en la que se tendría que tributar. Con la enmienda propuesta, los cultivadores también pagarían lo correspondiente al suministro a los comercios y con ello estarían cumpliendo con el principio de igualdad tributaria y contribuyendo a mantener uno de los mayores Estados de bienestar que conoce el planeta.

Publicado en «Correo del Este» el 28 de diciembre 2005