CUENTOS / HISTORIAS

Nacimiento de ISIS

A la mañana fuimos al sanatorio y la doctora dijo iba a pasar en estos días. Hizo lo que le llaman tacto. No recuerdo si dormimos la siesta pero era una tarde de calor. El viento norte y las cortinas del apartamento se movían como si alguien estaba por llegar. Tu madre tenía contracciones, dolorosos retrorcijones en el útero, la panza dura … y el tiempo pasa pero nada acontece.

Tu hermana siente que algo va a pasar. La saco a caminar, le muestro el perro, el caballo y la cabra de la esquina. Vamos a la playa y parece que al mundo le es indiferente dolor y nacimiento. Todo en su lugar.

El sol baja en el horizonte, la arena vacía y blanca, los pajaros se despiden y Luna me sigue trayendo caracoles y plásticos. Pero pienso en un parto que sucede a escasos metros de nosotros, en el segundo piso del edificio, en una cama que tiene elefantes y una cunita de bebé.

Tan pronto cae la noche partimos al hospital – cuidado con los pozos-, y pienso en la licencia que me permite el mundo, deseo irrefrenable de pasar todo en rojo. Hay mucha gente conocida cuando llegamos.

El bebe late un tanto apresurado y las contracciones no son tan seguidas, pero ya hay dilatación, y hay un pequeño gancho que te rompe la bolsa, te zumba la cabeza pienso-, pero parece da sus resultados, bajan los latidos, la dilatacion aumenta.

Nos vamos a la habitacion y los dolores se vuelven poderosos, tiemblan, disipan el pudor, tu madre esta desnuda al costado de la cama, no pueden depilarla, la dilatacion es completa, pero aún estás arriba, en un mundo de pelvis de segundo plano. Y nos vamos de vuelta, cada vez menos yo, en un torbllino que parece que viene, que parece no he vivido y no da tiempo de pensar.

Nos separamos un pasillo y me lleno de batas para encontrarnos de vuelta, ridículo pero sin ganas de reirme.

Tu madre está en una cama que parece de tortura, con los pies enganchados en el acero y los gritos retumbando por el techo. Hay agua para la flor, hay aliento en el viento y sudor entre la asepsia de los sueros. Te doy la mano, te doy los besos pero tu pones lo que vale: el cuerpo y ninguna palabra es suficiente.

Estás pujando en cada contracción, larga y baja, … pero Isis no baja, y dicen que se ve pero yo no la veo, yo veo dolor y sangre y veo que todos queremos ayudarte, pero Isis no baja, hasta que el médico comenta lo temido: “ no se puede esperar tanto vamos a preparar el block quirúrgico”.

Esperamos poco más, las contracciones atacaban salvajes, y tu dijiste que está bien, y te fuiste a la sala y yo enncotré una silla en otro techo, que me mandó a llorar un rato. Es una nueva lección modesta de la vida, tanto, tanto que me reía de los macabros números del corte, deseaba el parto natural, pero hay veces que no se puede y alguien me sopla lo mas obvio, si tu te pones así como estara ella, ella que ahora flota en el éter y el dolor, prendida de mi mano duerme, y voy mirando la sangre de a poquito, primero por las manos, pinzas, gestos, hasta que veo el momento, sale Isis en las manos del doctor, y ahí está, saliendo de la sangre, volando por las manos, que se la llevan blanca por el aire, un aire cortado por la gravitación de un llanto, por un alma que se sube al mundo, cuerpito que yace bajo luces, bajo quejas tan delicadas como la piel, como una piel que tiene nieve en los rincones …

Vuelvo a tu madre, de la que salen gasas rojas, de la que aferro la mano y las palabras, ´Es una nena…, es otra nena…, Isis “ es en un momento que escapa lo normal, en ese instante que los párpados se quiebran y exorbitados ojos encuentran las noticias, Isis, la alegría de un mito que nació para contarse.

14 de octubre, 11:50, latitud 35 sur, Maldonado, Uruguay.