NOTAS
Martín Macedo, Cordoma y una causa de amor
ENTREVISTA
Por Carlos Peláez - cableatierra@gmail.com

<Entrada> A Martín Macedo lo escuché por primera vez leyendo sus poesías en un programa radial nocturno. Confieso que el tipo y lo que oí me fascinaron. Pasó casi un año hasta que logré convertirlo en columnista de "Cable a Tierra".
Ya estaba enfermo, pero nunca me lo dijo. Por el contrario, cada semana con su forma de pensar y ver la vida, me ratificaba que estaba frente a uno de esos seres extraordinarios, de los que todos queremos ser amigos.
Una noche en la casa de otro formidable, Marciano Durán, con familia y amigos disfrutamos por única vez de la compañía de Martín, de su humor, de su compañerismo. Impresionó a todos por igual.
Mi hermano Walther me contó de la "cara de niño en día de reyes" que puso Martín, el día que lo invitó para una jornada del Festival de Jazz de Lapataia, y luego como vivieron esa mañana de domingo en el tambo.
Es decir, mis experiencias con él son como fotos, tramos de vida. Esas fotos que uno repasa con gusto, porque traen recuerdos agradables.
Sólo cuando leí "Cordoma" tuve idea de la real dimensión del problema que lo afecta. Y también me di cuenta de todo lo que se puede aprender de un hombre de 34 años que, a pesar de haber pensado muchas veces en la muerte, sólo quiere vivir. Aunque no de cualquier manera.
Fui uno de los privilegiados que tuvo acceso al original del libro, enviado por mail desde Holanda. Esa misma noche leí casi la mitad y luego no pude dormir.
Por eso, encontrarlo como lo encontré ese lunes en que grabamos la entrevista que usted va a leer, me produjo una alegría difícil de explicar. Allí estaba cordial, en esa casa azul de La Barra, venía de surcar olas en su tabla, estaba empapado, risueño, cuidando a sus hijas que bajaban a la playa con Merel, su compañera de todas las horas.
Martín ha visto muy de cerca la cara de la muerte, por eso tiene tanta autoridad para hablar de ella.
Pero también tiene una causa muy fuerte con la vida. Una causa de amor.

Nuevo Departamento - Debo confesarte mi sorpresa por el estilo literario que empleaste en Cordoma. Conciso, casi periodístico, con frases muy cortas y en cada frase una idea, un concepto. Supongo que no fue tarea fácil, que tuviste que trabajar mucho eso.

Martín Macedo - Si, porque mi primera tentación fue el adjetivar. Más para mí, que tuve el primer acercamiento con la literatura a través de la poesía.
Tuve que aplicar mucho el oficio, trabajar mucho para decir en una frase lo que, efectivamente, quería decir. Tal vez tenga que agradecer también a la literatura anglosajona y norteamericana, que se construye con ese tipo de frases, no sé si periodísticas, pero más concretas y con menos adjetivos.

N.D - Sin embargo parece que tu mayor influencia fue el chileno Roberto Bolaño.

M.M . - Tal vez no mayor porque no lo conozco tanto, pero sí fue quién me motivó y me dio la forma literaria para este libro. Fue con Bolaño que sentí que Rayuela se había transformado en mi generación. Cuando leí ese libro de (Julio) Cortazar por primera vez me gustó. Pero sentía que le podía gustar mucho más a mi madre o a mi padre, porque hablaba de una historia de los años 60 que yo no viví.
Cuando leí a Bolaño descubrí la misma fragmentación de la novela en una clave muchísimo más moderna y en otro sentido del que escribía Cortázar. Para mi eso fue, como dicen, un carpetazo histórico, un trampolín para lo que yo necesitaba explicar.
A la vez me dio una estructura formal. Es decir, la posibilidad de escribir un diario e intercalar historias paralelas.

N.D. - En algún lugar explicas que inventaste personajes para que dijeran lo que vos no podías o no querías decir.

M.M . - Es cierto..(se ríe)

N.D. - Pero, esos personajes ¿son personas que vos conoces?

M.M. - Algunos sí y otros están basados en personas que conozco.

N.D. - ¿Y algunos pueden autorreconocerse?

M.M. - Algunos sí, seguramente. Otros nunca. Hay algunos que son fáciles de trazar. Pero es como decía García Márquez, si mis amigos leyeran Cien años de soledad se reirían de la gran cantidad de errores que tengo.
Ocurre que yo no pude publicar esta novela fuera de mi terruño. Entonces se mezcla un cierto provincianismo con mi escritura. De ahí que tal vez tenés razón, en el tono periodístico por la actualidad. Pero yo aspiro que lo que escribí valga más allá de este lugar y de este tiempo. Y ahí es donde no lo veo tan periodístico.

N.D. - Leon Tolstoi decía "pinta tu comarca y te pintaré al mundo". A mi me parece que la historia que vos planteas, es la historia de la propia existencia del hombre, la lucha entre la vida y la muerte. Y ese es un valor universal.

M.M .- Eso es lo que aspiro transmitir. Saliendo de las peculiaridades que cada comarca tiene, trato de abordar los tópicos fundamentales de la existencia. Pudiera ocurrir que el texto sea limitado o que algunas personas se detengan más en lo accesorio. Mi aspiración era abordar los tópicos de la vida, de la muerte, de la sexualidad, del amor, de la paternidad. Tópicos eternos de la literatura y de la vida.

N.D. - En varios pasajes del libro haces referencia a las veces en que pensaste en morirte, ya sea por la enfermedad, por suicidio, en la eutanasia. A mi me resultó particularmente duro y vital a la vez, un pasaje donde agradecés la presencia de tu madre en Holanda, porque sin saberlo ella evitó que tomaras una resolución sobre tu vida.

M.M - Ahora estamos hablando de lo que, justamente, aspiro transmita el libro. Yo creo que a cualquier ser humano se le ha cruzado por la cabeza la posibilidad de ser el artífice de su propio final. A mí me ha ocurrido, aunque nunca tanto como en esta situación de adversidad.
De una adversidad que no conocía. Conocía la amorosa, la económica, pero no conocía la adversidad de la lucha por la vida misma. Filosóficamente siempre creí que uno tiene el derecho de morir. Por eso apoyo la eutanasia y estoy en contra de teorías cristianas que dicen que de tu vida sólo dispone Dios.
Pero claro, frente a la situación, hay cosas que escapan a la razón, hay flotadores de fe que lo hacen a uno permanecer.
Por ejemplo, como narro en el libro, mi madre ha sido una flotadora de fe infinita y mis hijas también.
Como todos los problemas sicológicos, uno aprende a lidiar con ellos.
Tengo los papeles de la eutanasia firmados, porque vivo en un país privilegiado que permite el derecho de cada persona a morir de una manera, que cada uno considera, digna. Y eso me da una gran paz, saber que si llega el momento así como hay gente que me ha ayudado a vivir, habrá gente que me puede ayudar a morir.

N.D. - El libro relata tu lucha diaria contra la enfermedad. Y a mi me quedó la impresión que esa lucha tuvo un componente muy fuerte, inmedible en términos concretos, que son el amor de tu mujer y tus hijas. ¿Cuánto pesó la ciencia y cuanto el amor?

M.M. - El amor es lo que me ha hecho sobrevivir. Pero un amor absolutamente diferente a como lo conocía y que es difícil de expresar sintéticamente. Por eso tuve que escribir una novela, para que de todo eso surja la noción de lo que es el amor en determinadas circunstancias. No puedo imaginar otro sostén que no sea este.
En otra época la vida se me presentaba con toda su sensualidad, pero eso fue desapareciendo. Pero apareció otra cosa que tiene una sensualidad del alma muy fuerte y que yo nunca había sentido.

N.D. - ¿Me equivoco al deducir que sentís cierto desprecio por la medicina y los médicos?

M.M. - Siento amor y odio. Tal vez tenga que deslindar. La profesión médica es muy loable, pero son muy pocos los médicos que merecen ese nombre. En Uruguay ocurre que ante la precariedad económica, los médicos se encuentran con dilemas éticos repugnantes todos los días. Por ejemplo: saber que hay medicinas que pueden recetar y otras que no.
En las sociedades más ricas, aunque no tengan limitaciones materiales, se valen de privilegios o hacen notar más el verdadero privilegio social que significa ser médico que el ejercicio de la función de ayudar.
A mi me parece que los médicos deberían tener un compromiso mayor del que tienen con su profesión. Yo asocio la facultad de sanar que tienen los médicos, casi con una función religiosa. Que no es lo que vemos a diario por muchos factores, por flaquezas humanas, económicas, institucionales, históricas, culturales y un sinnúmero de deficiencias por las que no veo a los médicos como debería.

N.D. - ¿Y no crees que eso forma parte del deterioro del propio sistema? Es decir, eso que le exigís a los médicos, también se le debería exigir a los abogados, a los periodistas, a los políticos y a todos aquellos que cumplan una función social.

M.M. - Es cierto, deberíamos exigir un compromiso mayor con el ser humano.

N.D. - Ocurre que hoy lo único que dicen que vale es el dinero

M.M. - Tenés razón. Pasa que a mí me toco sufrir con la mercancía de la medicina. A otros les ocurrirá con las deficiencias del sistema judicial o con los arquitectos cuando se les viene abajo una casa...(se ríe).y después siguen haciendo edificios, como lo vemos en Punta del Este. Es un tema relacionado con la ética profesional. A mi me tocó sufrir la laxitud de la ética médica.

N.D. - ¿Como estás ahora?

M.M. - Muy contento por estar en Uruguay, por poder traer a mis hijas al lugar donde nací, por el sol, por haber podido publicar un libro.

N.D. - ¿Y estás peleando a la enfermedad?

M.M. - Mirá, Susan Sontag dice que siempre se ha planteado la lucha contra el cáncer en términos militaristas. Y si hay una cosa con la que no me identifico es con el militarismo. Me cuestan ese tipo de metáforas como la batalla, la guerra, el enemigo, pelear.
Y cuando me dicen eso, siento que estoy peleando. Pero no como un soldado en la guerra, porque no hay nada más sin sentido que una guerra. Yo imagino esa pelea como la que daba con olas muy grandes cuando hacía surf. Así imagino la metáfora de pelear.
Pero hay mucho más. Porque estoy peleando pero a la vez estoy disfrutando cada día, cada momento, el hecho de estar vivo.

N.D. - ¿Esto cambió tu cabeza?

M.M . - Como nada nunca la ha cambiado. Pasa que también cambió mi vida, porque esto que me tocó determinó el futuro.

N.D. - Sabes que a medida que avanzaba en el libro, pensaba.pucha!! que jodido vivir todo esto en un lugar tan lejano. Claro que estabas rodeado por la gente que más querías. Entonces mi mujer me dijo.. pero a Martín no le debe haber costado tanto, conoció a su mujer en Bali, ha viajado bastante, es un tipo de mundo..¿Esto incidió para que te pudieras sentir mejor en Holanda?

M.M. - Eso es algo interesante. Porque a la vez que uno se siente lejos y extraña, también ayuda estar en un lugar donde nadie te conoce. Para mi eso tiene que ver con sentirse ciudadano del mundo. Ocurre que en tu mismo terruño te encuentras con tanta gente con la que no sentís una comunicación verdadera, son simples formalidades rituales las que te hacen estar en contacto. Estar lejos me ayudó mucho. Salir de la clínica bastante jodido y no ver a nadie conocido, me permitió darme cuenta que la historia era conmigo mismo y nada más. Al final, no hay tantas diferencias como se puede creer entre estar allá o acá.

N.D. - ¿Es tan despreciable la sociedad holandesa como la describís por momentos? Es decir, una sociedad de consumo, del sexo casual, sin sentimientos visibles.

M.M. - En ese sentido es bastante despreciable. Pero no es el único que señalo. Por ejemplo, yo le estaré agradecido eternamente porque conmigo ha sido muy solidaria.
Ahora, el primer producto que venden los holandeses por el mundo es su etiqueta de tolerancia y no es tan así. O el de sociedad libertaria con los diferentes o con las drogas, que es verdad, pero eso no quiere decir que Holanda viva el mundo de los años 60.
Uruguay hoy tiene una visión mucho más sesentista, más hippie, que la que hay en Holanda. Allá se piensa en el capitalismo en forma mucho más feroz que aquí.
Eso es algo que analizo en función de futuro en Uruguay; como la socialdemocracia va matando las ilusiones de la gente y se va transformando en un partido político tan integrante del "establishment" como cualquier otro.

N.D. - También contás que cuando te enteraste que había ganado el Frente Amplio, te fuiste enseguida a un lugar donde se reunían otros uruguayos y latinoamericanos para festejar. Vos sos un hombre informado, ahora que estás en Uruguay y que has hablado con mucha gente ¿qué idea tenés sobre lo que está pasando con la izquierda en el gobierno?

M.M. - Y sinceramente, aunque duela decirlo, es una gran desilusión. De repente es fácil decirlo para alguien que no vive en el país. No lo sé, tal vez ahí este todo el tema de si se es uruguayo por sangre o por tierra.
Yo esperaba muchísimo más de un gobierno de izquierda. No me esperaba asuntos como las maniobras Unitas, los soldados a Haití y tantas otras cosas..

N.D. - .como las pasteras de celulosa..

M.M. - Eso no lo tengo tan claro. Aunque si me desagrada la maniobra del chauvinismo, del nacionalismo, porque eso es muy negativo. Es casi como lo que hizo Galtieri con la guerra de Las Malvinas. Una jugada maquiavélica que un gobierno de izquierda no debería haber hecho.
Tampoco estoy arrepentido de haberlos votado antes y apoyado ahora. Era algo que se necesitaba y creo que a futuro, las nuevas generaciones aprobarán el cambio. Pero sin dudas esperaba mucho más.

N.D. - ¿Qué pensás hacer en el futuro inmediato?

M.M. - El tiempo dirá. Hay unos cuantos proyectos, pero.Ejercer la abogacía en Holanda es un asunto difícil. Podría ejercer Derecho Internacional, pero nunca me gustó ni estoy formado. Podría ejercer la defensa de refugiados políticos, que es una parte que me gusta, pero Latinoamérica hoy no aporta nada ..(se ríe).por suerte!!!!....Ahora los refugiados llegan de Afganistán, de Asia.

N.D. ¿Hay muchos refugiados en Holanda?

M.M. - Hay muchísimos y es un asunto bien interesante, porque demuestra hasta donde las sociedades ricas toleran la expulsión del mundo marginal. Es todo un tema porque hace cinco años deportaron a 30.000 personas, pero igual la gente sigue llegando. Los afganos y los etíopes son bienvenidos, pero los cubanos nunca logran el asilo político.

N.D. - ¿Existe la posibilidad que vuelvas o estas atado a Holanda?

M.M . - Por un tiempo estoy atado. Por un tiempo largo, porque dependo de un tratamiento que sólo en Bélgica me lo pueden hacer. Luego por una situación familiar que hace que me tenga que quedar en un lugar. Así que no sé cuando volveré.

N.D. - Aunque hoy te encuentras muy vinculado a la literatura, ¿hay alguna otra expresión artística que llevas contigo como muy importante?

M.M. - Y naturalmente pienso en la música. Pero yo describo en el libro, como en todo este proceso fui dejando de escuchar música. Y cuando me empecé a sentir mejor, volví a escucharla. Nunca me había pasado.
Uno de los síntomas que, creo, me dicen estoy mejor es que volví a escuchar música todos los días.

N.D. - ¿Y qué estas escuchando?

M.M. Acá no mucho, pero en Holanda escucho mucho a Zitarroza. Ahora recuperé unos discos de Bob Dylan, de Sabina y de música indonesia, que me gustan y había perdido.
Ahora en Europa estoy empezando a descubrir un poco más la música clásica. Es algo fascinante la raigambre que tiene en la gente.
Acá con mi familia nos tomamos unas copas y cantamos folklore. Allá la familia de mi mujer toman unas copitas y cantan a Schubert.cantan opera..
Y esa es la Europa verdadera, diferente a la que te contaba antes de las nuevas generaciones holandesas que sólo piensan en consumir y la batalla por el dinero.
Lo otro que me impresionó mucho es la parte cristiana de Europa, algo muy relacionado al choque cultural que se ve hoy entre cristianos y musulmanes.
Sinceramente nunca pensé que fueran tan católicos. He visto misas donde uno siente el poder espiritual. Acá en Uruguay yo tengo amigos que me invitaban a ritos o iniciaciones; pero de verdad nunca había estado tan cerca de Dios o de lo inexplicable como en una iglesia.

N.D. - También contás que la primera vez que fuiste a una misa entera fue en Holanda. ¿La enfermedad te acercó a Dios? ¿alguna vez pensaste que tal vez sea cierto y que hay algo más allá que te pudiera ayudar?

M.M. - Nunca me lo había planteado, pero es algo muy relacionado con la irrupción de la idea de la muerte. Es inevitable que ello te conduzca a pensar en el más allá y eso termina en el plano religioso. Ahora, sinceramente, no me siento cerca de la liturgia, pero ir a la iglesia y prender una vela para mí es un acto místico.

Carlos Peláez para semanario Nuevo Departamento, Maldonado, Uruguay Marzo 2006